Que nadie nos confunda con taxistas, somos trabajadores del sector del transporte de viajeros en turismo, conductores de VTC, que no contemplamos al taxi como rival y esperamos que algún día hasta ellos lo entiendan y, juntos, podamos ofrecer más RESISTENCIA contra nuestro verdadero enemigo común: las plataformas tecnológicas de (pretendida) movilidad, es decir, Uber, Cabify y Bolt.
En redes sociales hay perfiles que señalan a Resistencia VTC como taxistas. Hemos llegado, incluso, a ver como algún medio nos ha puesto en el lado del taxi como si fuéramos parte del gremio. Errores, intencionados o no, que camuflan la sorpresa que se llevan cuando leen nuestras publicaciones o nuestros comunicados. Y es así porque defendemos abiertamente al transporte público de viajeros, incluido el taxi.
No es que el transporte privado de viajeros se nos atraviese, porque contra él no tenemos nada en particular, sino contra las empresas «jodidamente ilegales» (como gusta definirse ellos mismos), las plataformas tecnológicas de (pretendida) movilidad con las que nos hemos enfrentado una y otra vez y con conocimiento, ya que somos un colectivo de chóferes de vehículos de arrendamiento con conductor (VTC) que trabajamos con aplicaciones, las archi conocidas, Uber, Cabify y/o Bolt. Que a la mayoría nos ha contratado un pequeño empresario que, a su vez, deja en manos de alguna gran empresa flotista (Vecttor, Auro, Moove Cars, Gescab…) la gestión completa de nuestro trabajo y esta, finalmente, nos subroga irregularmente, nos cede ilegalmente, a una de las tres plataformas mencionadas.
No estamos solos
Y todo ese entramado tiene una finalidad: la explotación del conductor, su precariedad laboral a extremos inhumanos. Es inútil reiterar que hemos llamado la atención de las autoridades laborales competentes, que hemos recurrido a la justicia una y otra vez, cientos, sino miles de veces. Pero tras la difusión de los papeles de Uber, los «Uber Files«, se ha puesto en conocimiento que presuntamente políticos, instituciones del estado y administraciones facilitan a estos oligopolios saltarse la legislación laboral y las leyes y normas sobre transporte existentes en nuestro país. En esos papeles de Uber no solo sale a luz el clientelismo ejercido y la competencia desleal hacia otros sectores, también, la pérdida de salud, vida y sangre de los trabajadores a cargo de estas plataformas, a los que con tanta «fina ironía» nos denominan como «suministros«.
No somos el único colectivo que ha tomado la decisión de plantarse y enfrentarse a las plataformas. No somos los únicos «gig workers» o trabajadores de la economía de plataformas, de la «gig economy». Como nosotros, otros muchos miles se han alzado contra las plataformas en la práctica totalidad del mundo y, como la mayoría, o estamos afiliados a un sindicato o nos hemos vinculado a él de alguna forma. Por lo que nuestra visión del problema es mucho más amplia, menos localista y más contrastada. Nuestro argumento principal es que las autorizaciones de VTC no son rentables salvo que exploten al trabajador (a este respecto ya publicamos un artículo en nuestro blog).
Así que con lo que sabemos con certeza, que es mucho más de lo que la mayoría de medios de comunicación conoce, la lucha está mal planteada por la sociedad y por los que tienen alguna influencia en ella. No señores, no, el taxista no es nuestro enemigo, ni los conductores de VTC estamos en guerra contra nadie. Esos titulares hacen mucho daño a la concordia que debería existir entre pares, entre trabajadores. Ya conocemos las motivaciones de las plataformas tecnológicas, de los dueños de las VTC, de sus asociaciones y de su sindicato amigo SLT (ver nuestro artículo «quién es quién en el sector de los VTC«). Pero los argumentos de una gran parte del sector del taxi y de sus representantes, que nos combaten erróneamente, tienen que cambiar ya que deberíamos ser «sus mejores aliados» (el enemigo de mi enemigo es mi amigo). Aunque, por otra parte, entendemos el porqué.
No deberíamos enfrentarnos
La justificación de la inquina que sienten hacia nosotros, a los que despectivamente nos denominan «cucarachos«, es que somos «cómplices» de las plataformas. Si nos estrellamos se alegran, lo festejan, si nos imponen una multa de tráfico (que aunque no deba justificarse es debido en su mayor parte a las extenuantes jornadas, la presión y la precariedad de nuestros recursos) lo aplauden e, incluso, solicitan la presencia de las autoridades de tráfico. No son muchos los taxistas que actúan de ese modo con nosotros, pero si los suficientes como para estar trabajando todo el tiempo estresado. Nos echan a la cara que si queremos un «trabajo honrado» que sea en el sector del taxi. Pero, se expresan así porque no tienen en cuenta… nuestra situación personal.
La práctica totalidad de los conductores de VTC entrar a trabajar en cualquiera de las gestoras de flotas casi de un día para otro, con lo que su inmediata incorporación salva situaciones dramáticas en muchos hogares. Pero, en el caso del taxi el retardo es considerable: un mes +/- de curso y un examen del ayuntamiento al final del mismo. Puede transcurrir, y eso contando que todo vaya bien, mes y medio. Gran diferencia que en situaciones de mucha presión económica no permite plantearse trabajar en el taxi como alternativa. El taxista es un profesional del transporte de viajeros, el conductor de VTC puede tener más o menos pericia y conocer la ciudad, pero no por ello es un profesional acreditado como el taxista. Así se comprende mejor que las Administraciones y CC.AA. no estén interesadas en formar, examinar y acreditar profesionalmente a los conductores de VTC. El día que alguna comunidad autónoma exija formación y examen las gestoras se quedan sin conductores, puesto que la única manera de convencer a parados desesperados para que trabajen para las plataformas es la inmediatez, no sus condiciones laborales, claro. Por lo que el taxi se beneficiaría de ese cambio de actitud de las autoridades mientras que los VTC se quedarían sin conductores, ya que el entorno laboral y las condiciones de un taxista asalariado son mejores que las de cualquier trabajador de VTC de aplicación.
Cuestión de condiciones
Sin embargo, no es oro todo lo que reluce, los conductores de VTC estamos «jodidos«, pero los taxistas asalariados ya han puesto el grito en el cielo más de una vez. No hay más que acercarse a la web de CTN taxi para comprobarlo. En dicha web se cuentan los casos de taxistas asalariados con jornadas que superan las 8 horas diarias para algunos propietarios de licencia déspotas y poco empáticos con el trabajador. Dichos asalariados se convierten en comisionistas, sin tranquilidad por la fluctuación de sus ingresos. Raros son los periodos vacacionales superiores a los 15 días, si sufren una baja por enfermedad repercute mucho más en su nómina que en la de cualquier asalariado, si el vehículo se avería «no cobran» mientras no trabajen y, no lo pueden hacer con otro, etc.
Que vengan luego esos taxistas que sacan pecho de su sector a hablar de la basura de trabajo que hay en el de los demás. En fin. Y, ojo, que son muchos los miles de taxistas asalariados. Eso sí, trabajan más relajados que nosotros. Además, tienen dos días libres a la semana (uno en fin de semana y otro por el día de libranza de la licencia) y nunca podrán superar, aunque parezca una locura siquiera mencionarlo, las 16 horas continuas de jornada (hay conductores «full time» en las VTC las superan más de una vez). Tienen garantizada la estabilidad en su puesto de trabajo si aceptan sus condiciones y mientras hagan buenas recaudaciones, en contraposición con la temporalidad del conductor de VTC de aplicación, que no suele durar más de unos meses en una misma empresa.
Enemigos comunes
Así que tanto asalariados del taxi como asalariados de las VTC tienen un frente común: sus patronales. Incluso el taxista autónomo, no flotista, también. Ya que las flotas de taxi y de VTC de gestoras (las hay en ambos sectores) son quienes facilitan al salvaje avasallamiento de las aplicaciones disruptivas de pretendida movilidad. Esas plataformas que incendian las calles para que el enfrentamiento se cobre en sangre y les beneficie ser las «víctimas» frente a la ciudadanía. Y a ese tsunami se une la «traición» de muchos taxistas, aquellos que operan con Uber, Bolt o Cabify, con los que se supone enemigos frontales.
Los que hemos entendido que podemos encontrarnos en nuestra lucha, que tenemos muchos puntos en común, tendemos la mano al sector del taxi para que se reconcilie con los trabajadores asalariados de las VTC y, juntos, logremos vencer y expulsar de España, de la Comunidad Europea y más allá, a las grandes corporaciones de la economía de plataformas, la representación del capitalismo más brutal de la historia. Si se quedan que sea cumpliendo toda, pero toda, la legislación laboral y las normas y leyes de transporte. Claro, que sabemos que eso es mucho pedir y sino que se lo pregunten a Deliveroo.